En el mundo de la aviación existe una frase llamada «punto de no retorno«, el lugar donde los pilotos toman la decisión de seguir su vuelo hasta llegar al destino o simplemente devolverse. 

A pesar de que la reglamentación aeronáutica es muy precisa, en que una aeronave debe tener combustible para su destino, alternativa y 20 minutos más en su plan de vuelo, este punto de no retorno se utiliza en algunas oportunidades y está presente en la planificación, generalmente por un tema de combustible.

El cruzar el punto de no retorno es sinónimo de que no existe opción de regreso, y se debe mantener el rumbo hasta el aeródromo o lugar establecido como la meta. Así de simple. 

La muerte un menor de 12 años en Recoleta, luego de que el furgón escolar en el que se trasladaba fuera impactado por un vehículo que huía con dos delincuentes, que previamente había robado un teléfono celular, en materia de seguridad, este fue nuestro punto de no retorno.

Por años hemos sido testigos de noticias que muestran las «encerronas», los «portonazos» o persecuciones cinematográficas en múltiples ciudades, pero principalmente en Santiago.

El tema de la delincuencia ya no es solamente una «sensación«, como se ha tratado de explicar por ciertos sectores que sin avalarla, insisten ideológicamente que se trata de una consecuencia del «modelo de sociedad«.

Incluso de peor forma, hubo voces, muy pocas, pero que responsabilizaron a un ciudadano que perseguía a los delincuentes que impactaron el bus escolar, como si aquella acción fuese la causa lejana o real del choque, minimizando el actuar de los dos ladrones.

La muerte del menor es una tragedia en todas sus dimensiones, y al mismo tiempo hizo detonar una bomba de tiempo, que es la inserción de víctimas inocentes en esta desenfrenada vorágine delictiva presente en Chile.

El punto de no retorno, es la condena de la sociedad en general de este hecho y la exigencia transversal a que las medidas sean fuertes, duras y sin vacilaciones. Algo que en la actual administración no ha podido consolidarse, porque incluso incrementando los recursos a las policías, la voluntad política denota debilidad y también un doble estándar.

Luego del punto de no retorno, para la delincuencia, prosigue un concepto aún más potente (el cual se utiliza en Medio Ambiente) y es la llamada «Licencia Social para Operar LSPO«.

La LSPO sería, entonces, contra el crimen organizado y el narcotráfico, cuando traspasen la delgada línea de convivencia social y atenten contra alguna autoridad de cualquiera de los poderes del estado. 

Ya se sabe que existen alcaldes y fiscales con protección policial, producto de amenazas de bandas criminales. Es de esperar que no lleguemos a esos niveles, como sucede en otros países, pero en caso de que pase, la LSPO será lapidaria, y si coincide con un gobierno que no le tiemble la mano para hacer cumplir la ley, los delincuentes, narcotraficantes y terroristas debiesen comenzar a tener miedo, y no como hoy lo tenemos los ciudadanos. 

Rodrigo Bravo G.

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